La actual crisis sanitaria ha puesto en descubierto una serie de fallas en las estructuras organizacionales de las instituciones públicas y privadas de diversos países del orbe y no solo las del sector salud. También ha evidenciado que muchas veces las construcciones de las ciudades están al servicio de los vehículos o del propio concreto olvidándose de las áreas verdes y de la calidad de vida de las personas.
Todo esto sumado a la forma cómo las personas hemos estado viviendo antes de la experiencia del confinamiento ha dado como resultado que se formulen con urgencia cambios profundos en la organización de las ciudades, para poder hacerle frente a futuras pandemias, pero sobre todo para contrarrestar la crisis climática que afecta a todo el planeta y que incluso puede incentivar a la propagación de esta y otras pandemias.
Diversos estudios como el de la Universidad de Harvard o la revista médica New England Journal (Estados Unidos) indican que existe un aumento de la mortalidad por COVID-19 tras una exposición de partículas (contaminantes) en suspensión como las PM10 y PM2.5. Mientras que la Universidad Martín Lutero de Halle-Wittenberg (Alemania) indica que los altos niveles de dióxido de nitrógeno en el aire pueden estar asociados al aumento de muertos por COVID-19.
Estos y otros datos alarmantes deben impulsar a los gobiernos a generar medidas drásticas para reducir la contaminación ambiental. Ya durante el tiempo de cuarentena en muchos países se ha visto un descenso de los niveles de contaminación debido principalmente a la disminución del transporte y la ausencia del turismo. Estos hechos hicieron que se crearan ambientes favorables -muchas veces- para el retorno de la vida natural (flora y fauna) a su hábitat, y que las personas (las pocas veces que debíamos salir) respiremos un aire más puro…y ya no solo en el campo, sino en las urbes.
Pero ¿qué ha estado pasando en muchos países que ya han retorno a la llamada “Nueva Normalidad” si es que no han vuelto a una nueva etapa de confinamiento? Lo que ha sucedido –en muchos casos- es que se ha vuelto a niveles preocupantes de contaminación y eso tiene que ver mucho con el comportamiento de las personas. Es por eso que documentos o solicitudes como “El Manifiesto por la reorganización de la ciudad tras el COVID-19” son de esas iniciativas sociales que hacen la diferencia.
El texto redactado por Massimo Paolini, teórico de arquitectura y miembro de POLLEN (Political Ecology Network organización que alberga a investigadores, grupos, proyectos, redes y nodos de ecología política en todo el mundo) está dirigido a Ada Colau, Alcaldesa de Barcelona y expresa la preocupación del futuro de esa ciudad en el período post-COVID19. Y tiene entre sus firmantes a grandes personalidades del pensamiento social español – europeo como el antropólogo Manuel Delgado, el filósofo y ensayista Jorge Riechmann, el economista Alberto Acosta, la socióloga y escritora Saskia Sassen, entre muchos otros pensadores de todo el mundo.
Jardines de Llucmajor (Repositorio Fotográfico Municipal del Ayuntamiento de Barcelona)
Todos ellos demandan la realización de cambios estructurales en la organización de las ciudades (en este caso Barcelona) a través de medidas, muchas de ellas de sentido urbanístico – arquitectónico para promover la calidad de vida por encima de los intereses económicos y la defensa del medio ambiente, para estar así preparados en caso se den en un futuro cercano (o no) pandemias similares a la que estamos viviendo. Para tal fin el pedido se ha dividido en cuatro objetivos: reorganización de la movilidad, (re)naturalización de la ciudad, desmercantilización de la vivienda y el decrecimiento urbano (la parte más controversial del documento, por las implicaciones que traería al turismo).
1. Reorganización de la movilidad.- Cuyas demandas se centran en:
- Reducir el uso del automóvil privado y las motocicletas en la ciudad.
- Centrar la movilidad urbana en la bicicleta.
- Impulsar una red de transporte público altamente eficiente y no contaminante.
- Implementar medidas temporales para poder mantener el distanciamiento físico (mínimo 2 metros), manteniendo las veredas para las personas y los carriles para las bicicletas; y tras las medidas temporales peatonalizar progresivamente la ciudad.
- Entre otras.
2. (Re)naturalización de la ciudad.- Cuyas demandas se centran en:
- Incrementar la superficie destinada al verde urbano (parques, zonas verdes) y reducir la cantidad de asfalto.
- Reducir la contaminación luminosa de la ciudad.
- Fomentar la biodiversidad, tanto vegetal como animal, creando ecosistemas urbanos.
- Impulsar la creación de fuentes de agua potable en toda la ciudad.
- Entre otras.
3. Desmercantilización de la vivienda.- Cuyas demandas se centran en:
- Garantizar que cada persona, sin exclusión, pueda tener una casa en tiempos breves.
- Reducir el número de viviendas dedicadas al turismo.
- Garantizar que cada persona mayor pueda seguir viviendo en su hogar.
- Entre otras.
4. Decrecimiento urbano.- Cuyas demandas se centran en:
- Promover el decrecimiento turístico.
- Impulsar la reducción del consumo de energía en los edificios.
- Mantener las actuales dimensiones del aeropuerto.
- Entre otras.
Jardines del Teatre Grec (Repositorio Fotográfico Municipal del Ayuntamiento de Barcelona)
Como se puede leer, en general son medidas que se pueden (re)formular en diferentes realidades tomando en cuenta la idiosincrasia de las poblaciones, pero al final todas buscan como objetivo central estar preparados no solo individualmente, sino -sobre todo- colectivamente para situaciones extraordinarias como las que vivimos actualmente. Pueden leer (y firmar) el manifiesto completo en: https://manifiesto.perspectivasanomalas.org/manifiesto-2/
Fuentes:
EURONEWS:La contaminación del aire agrava la mortalidad por Covid-19
El PAÍS:Por una Barcelona menos mercantilizada y más humana
MANIFIESTO: Manifiesto por la reorganización de la ciudad
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